En esta ocasión, Velasco expone los dibujos que suele cargar en su mochila, esos que traza cotidianamente en el cuaderno que siempre lleva consigo. “Esto es precisamente lo único que hago instintivamente, casi compulsivamente, sin ningún tipo de premeditación. Lanzo el rotulador y a partir de ahí empiezan a construirse personajes, escenas rarísimas como que un buzo salga de una alcantarilla en Nueva York”, nos cuenta refiriéndose a una de sus pinturas.
La comedia nunca ha sido algo muy respetable, más bien al contrario. Recuerden aquella escena de El nombre de la Rosa donde Guillermo de Baskerville, el personaje de Sean Connery, discutía con el abad del monasterio si Jesús rió o no. El abad sostenía que en ningún momento de las escrituras se menciona que Jesús riera, y un Connery burlón le replica que tampoco se menciona que no lo hiciese.
Definitivamente, el humor es algo muy poco serio. A principios del siglo XX, Freud, un tipo circunspecto donde los haya, escribió El chiste y su relación con el inconsciente, donde, entre otras cosas, sostiene que el humor es una estupenda herramienta de descompresión (él no lo escribió así, claro, porque, como he dicho, era un tipo muy circunspecto). Pero, más allá de los jugueteos psicoanalíticos, el humor y la comedia nunca han llegado a encajar bien con la Academia.
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