lunes, 27 de enero de 2014
La guerra sigue
Que la guerra afectó a España, es innegable. Afectó profundamente a todos los países no contendientes del continente. Hacer de ello no obstante una de las fuentes de la "excepcionalidad" hispana en el s.XX parece cuanto menos discutible. Miremos al otro extremo de Europa. En 1914 Suecia es un país pobre, con una tasa de paro más bien alta, hambre, con un flujo de población que emigra no ya del campo a la ciudad, sino de Suecia a EE.UU. Y, además, mucho más cerca de los frentes de guerra (el Mediterráneo occidental nunca fue un "mar alemán", mientras que en el Báltico sí había flota germana, enfrentada a la rusa y la británica). La huelga general (la última en Suecia), cuasi revolucionaria, se produjo en 1918, azuzada por el hambre. Lenin, camino de Rusia, pasó una temporada en Estocolmo y la revolución rusa no era algo lejano, era algo a las puertas de casa. Es más, se llegó a considerar la fuerte posibilidad de que se extendiera a Suecia. Sí las repercusiones de la guerra del 14 en España están entre las causas de que el país perdiera "el tren del s. XX" hasta 1986 debieran estarlo también para Suecia y no parece que fuera el caso. Habrá pues que fijarse en causas endógenas también y no sólo en condicionantes exógenos. El discurso del "excepcionalismo" hispano durante el s. XX ya ha sido desmontado en el mundo académico (Casanova, en efecto, no creo que le apoye en tal percepción), es hora de que alcance también al resto de la sociedad, empezando por el periodismo. La comparación con otros casos, como he tratado de mostrar, puede servir como medio.
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