Una mujer espera en la puerta del Centro para la Rehabilitación de los Paralizados de Savar, cerca de Dacca, Bangladesh. Acude casi todos los días desde hace varios meses. Allí ayudaron a su hija a que volviera a caminar sin la pierna que perdió cuando el 24 de abril del año pasado se derrumbó el edificio Rana Plaza, la fábrica donde cosía ropa para marcas occidentales. Aquel desastre acabó con la vida de 1.130 personas y destrozó la de quienes no la perdieron.
"Mi hija no ha vuelto a trabajar, no puede", dice la mujer. Por eso pide una compensación económica. No lo sabe, pero no la encontrará en ese hospital local. A él acudieron muchos de los supervivientes del accidente que sacudió la conciencia del mundo por las condiciones en las que trabajaban sus 5.000 empleados, en su mayoría mujeres. Heridos a los que se les tuvo que amputar algún miembro, heridos con alguna extremidad paralizada, heridos que llevan meses conmocionados.
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